Sobre la ansiedad: ¿la enfermedad del siglo?


La prensa escrita y digital, los blogs sobre salud e incluso en nuestro día a día cotidiano vemos como el concepto de ansiedad se va instaurando y normalizando. Signo inequívoco en la época en la que vivimos, de liquidez constante y de navegar en la absoluta incertidumbre sin estabilidad. Hemos construido un contexto de constante autoexigencia y autoexplotación donde predominan los "y si...". Y es un contexto donde esa Psicología Cuqui (o Happycracia como diría Edgar Cabanas) se está instaurando cada vez más, calificando las emociones de positivas y negativas y patologizando las negativas. Como bien se ejemplifica en este artículo de The Guardian, las ventas de los libros de autoayuda se disparan conforme aumenta este malestar.


Y, en este sinsentido, entra ese modelo biomédico (ya instauradísimo en nuestras instituciones) farmacologizando ese malestar. Un malestar por otro lado, adaptativo en muchas ocasiones teniendo en cuenta el contexto en el que vivimos).




La ansiedad es una respuesta refleja ante determinadas situaciones que resultan amenazantes, demandantes o cambiantes para el individuo. A veces incluso, va asociada a un estímulo aparentemente neutro (como la fobia a los conejos, infundada al niño Albert) fruto de un aprendizaje. 

Esto es: una emoción que nos moviliza a responder ante esa situación, acción que nos lleva a movilizar ciertos recursos y aprendizajes que ya teníamos (cómo respondimos antes ante una situación similar, por ejemplo).

Es por tanto por lo que no es un problema per sé. La ansiedad predomina en numerosos cuadros psicopatológicos (no sólo en fobias, también en depresión), así como físico (en personas diagnosticadas con fibromialgia por ejemplo, es frecuente ver sintomatología ansiosa y depresiva).


Dicho esto, ¿cuándo es preocupante esta ansiedad? Cuando se mantiene como respuesta e interfiere en nuestra vida cotidiana, o cuando respondemos para evitarla de una forma problemática que no hace más que agravar el cuadro (por ejemplo, cuando evitamos salir a x sitio porque tenemos miedo al juicio, cuando evitamos x sitio porque tenemos miedo a un ataque, cuando nos quedamos en la cama porque afrontar el día de por sí ya nos genera ansiedad) o por el contrario, hacemos muchas cosas para compensar esa ansiedad (o movilizada como tal desde la autoexigencia) como cargar más tareas demandantes de la cuenta que al final acaban con nuestro estado físico también (esos miles de "tengo que hacer x" durante el día), o que nos llevan a rumiar constantemente a un futuro o expectativas que no son tales para calmar la frustración o la falta de control ante la situación "(¿pero y si pasa esto?¿y si pasa lo otro? ¿y si no?).




No es tanto el qué, sino por qué está, por qué se mantiene (es decir, la función que está cumpliendo las conductas problemáticas para intentar "controlarla"). La clave no es "curar la ansiedad", ya que no puede curarse porque no es una enfermedad. La clave es aprender a responder adecuadamente a ella. Y responder también de forma colectiva para que las situaciones que la causan, dejen de darse. Eso también.




Ilustraciones: "Ansiedad" de Alberto Mott 



Entradas populares de este blog

La productividad en tiempo de coronavirus

"No te' sentío llegar"

PubPsych, buscador "psicológico"