El cuidado informal y formal en dependencia.


¿Qué implica cuidar? ¿Qué es el cuidado?

El cuidado es una tarea que consiste en cubrir una serie de necesidades demandadas por la situación de la persona a cuidar. Este cuidado se da a lo largo de nuestra vida en distintas formas y contenido, siendo la magnitud del mismo también variable en torno a nuestra autonomía, tanto en el tiempo diario de cuidado como en la duración del mismo. Como dice Amaia Pérez Orozco en su intervención  en el Grupo de Trabajo de Políticas Sociales y Sistema de Cuidados: 
"una cantidad y una variedad ingente de trabajos que desbordan con mucho la atención a la dependencia y a la infancia, y que son todas aquellas cosas imprescindibles para que la vida funcione en el día a día. Se trata del proceso de reconstrucción cotidiana siempre inacabado del bienestar físico y emocional de las personas. Porque todas las personas somos vulnerables, y todas necesitamos cuidados todos los días de nuestra vida de distintos tipos e intensidades. Y la única manera de cuidar la vida que es vulnerable es en común, porque somos interdependientes"
Por lo tanto, cuidar es un trabajo, especialmente el cuidado a la dependencia. No obstante, nos centraremos en el cuidado en situaciones de dependencia en lo que se refiere a personas mayores. 

Históricamente la actividad del cuidado ha vivido siempre una crisis a nivel global, formando parte del llamado “trabajo reproductivo”, habiéndose devaluado dentro de un sistema capitalista que ha infravalorado el rol y el papel de las personas mayores en nuestra sociedad (Federici, 2013) y también a las personas que no resultan productivas para el sistema. Un trabajo que exige una alta demanda y que no está cubierta adecuadamente por recursos institucionales, siendo llevado a cabo en muchos de los países de la OCDE por las familias. De hecho, desde la OCDE se lleva promoviendo el envejecimiento y el cuidado en casa con el lema “envejecer en casa”. Es la familia el agente principal prestador de cuidados en nuestro entorno, siendo la participación de servicios sociales y sanitarios aún minoritaria e insuficiente.

A esto hay que añadirle que históricamente se ha llevado a cabo por mujeres de manera estructural, responsabilizándolas de las tareas más demandantes que llevan a dedicar un mayor tiempo a este trabajo. Generalmente o está mal remunerado o directamente ni siquiera lo está. Encontramos el caso de las cuidadoras formales en régimen doméstico las cuales muchas son mujeres migrantes en situación irregular y absolutamente precaria y por otro lado, las cuidadoras informales o familiares, cuyo trabajo no está remunerado ni reconocido, en su mayoría mujeres con un perfil de estudios básicos a nivel educativo, sin empleo o amas de casa (Navarro-Abal, 2017) y de clase trabajadora. 


¿Cuáles son los fenómenos o factores que han hecho que el cuidado esté en crisis y ahora esté encima de la mesa?

A parte de una creciente y obvia conciencia feminista -el feminismo no es sólo romper el techo de cristal, es cargarse el suelo pegajoso consecuencia de estructuras que establecen una desigualdad de base-, según García-Calvente et al (2004), se debe al creciente aumento de la demanda de cuidados, la progresiva disminución de disponibilidad de cuidadores informales y las reformas de los sistemas sanitarios y otros servicios del bienestar.

  • La creciente demanda de cuidados está latente en nuestra sociedad aunque se ignore y se obvie, porque esas personas ya no son productivas para el sistema. Silvia Federici remarca esto, junto con la gentrificación y el cambio estructural de la ciudad, debilitando y rompiendo las redes comunitarias existentes. Nos encontramos en una sociedad cada vez más envejecida y con mayor esperanza de vida -que no tanto calidad de vida-, por lo que tenemos un colectivo al que hay que atender bien en sus domicilios o bien en los recursos sanitarios y comunitarios correspondientes. ¿Qué es lo que pasa? Que la demanda sobrepasa a los recursos que existen y esa carga acaba recayendo en las familias. Además esto se ha favorecido mucho a nivel sistemático, como he dicho antes, y es la propia OCDE la que recomienda el cuidado en casa para ahorrar costes. Ya la salud de la persona dependiente y las que la cuidan es otra historia.

  • En lo que respecta a la disminución progresiva de la disponibilidad de las figuras cuidadoras -repito, mayoría mujeres-, influye los cambios en la estructura y formas de vida familiares. Aquí encontramos las bajas tasas de natalidad y el tamaño del hogar con muchos menos miembros, la movilidad de los mismos, así como otras formas de convivencia. También contamos con que nosotras nos hemos incorporado al mercado laboral pero el trabajo inverso no se ha hecho, con lo que supone la asunción de doble jornada de trabajo. 
  • El tercer elemento es la evolución de los propios sistemas formales. Aunque hay recursos públicos magníficos, no cubre toda la demanda existente. A esto hay que añadirle los recortes sanitarios que han afectado a estos recursos, en algunas comunidades más que en otras, la privatización o externalización de los mismos o como hemos visto recientemente, la ejecución de protocolos que incluso ponen en peligro y atentan contra la salud de losusuarios y usuarias. Vaya, que el trabajo de cuidado se vea más como un negocio al que sacarle beneficio y rentabilidad y no tanto como un servicio INDISPENSABLE dotado adecuadamente de recursos para dar la mejor atención y máxima calidad de vida. 


Posibles medidas y estrategias. 

No hay una buena red de servicios públicos (residencias, centros de día, cuidadores) capaz de atenderlos de forma integral. Cuando se oferta la ayuda a domicilio, es gestionada casi siempre por empresas privadas ya que el personal público no llega a todo este servicio. Además, generalmente estas empresas no suelen estar muy coordinadas con servicios sociales y suele ser un trabajo que a veces incluso lleva la propia familia. A esto hay que añadirle que hay unas listas de espera brutales para residencias y mucha gente fallece sin esta plaza e incluso sin haber recibido la ayuda a la dependencia.

Las líneas de actuación están destinadas de forma casi exclusiva a la persona en situación de dependencia y no a sus familiares cuidadores, teniendo como consecuencia una desprotección de la persona responsable.

El actual y vigente Real Decreto 1051/2013, de 27 de diciembre, y posteriormente aprobado tras la Ley de Dependencia, apenas tiene vigencia en el país. Llevamos TRECE AÑOS de Ley de Dependencia y sólo supone un 1% del PIB en cuanto a gasto público. Curioso siendo un problema social bastante fuerte al que nos enfrentamos y que además supondrá un reto enorme de cara al futuro, además de las consecuencias tan bestias que tiene.
Siempre que hablamos de condiciones y soluciones materiales, acabamos peleando (quizás desde el conformismo y la resignación) por soluciones que pasan por la compatibilidad con la estructura del sistema económico, pero nos hemos quedado muy atrás en pelear y expandir un apoyo social y comunitario en el que poder vivir. En el que desarrollarnos -con dependencia o no- en nuestro día a día. Y se está quedando mucha gente en el camino.

Reducir el nivel de carga ofertando más servicios para la persona cuidadora debería ser una prioridad para las personas responsables de la planificación e implantación de servicios. Estas intervenciones pueden estar dirigidas a sustituirles en las tareas más costosas, tales como servicios de ayuda personal, o a la provisión de apoyo y respiro, o dirigidos más a la cuidadora (asesoramiento individual,  intervención psicológica si fuese necesario, reuniones familiares, grupos de apoyo). 
García-Calvente et al (2004) proponen una serie de medidas a nivel político y también comunitario. Algunas de las cuales resultan muy interesantes y necesarias. Por ejemplo, a en cuanto a políticas de bienestar: 
  • La consideración de la figura de cuidadora como un agente activo en el sistema de salud, así como la revalorización del sistema informal.
  • Apostar por mejoras de políticas sociales y sanitarias, así como por la integración de las mismas. Construir más redes de recursos e intervenciones sociosanitarias. 
  • Apostar y llevar a cabo medidas que repartan las responsabilidad ente el cuidado llevado a cabo en el ámbito público y privado (privado en tanto que familia), paliando y erradicando la desigualdad que tiene como consecuencia. Así mismo, incrementar también la distribución de responsabilidades del cuidado entre los distintos miembros de la red social, con perspectivas feministas y haciendo hincapié en la desigualdad de clase, raza y género. 
  • Políticas, planes, proyectos, campañas, acciones. Cualquier medida y estrategia se debe encaminar a fomentar los valores de solidaridad y sororidad. 
  • ¡MÁS CONCILIACIÓN FAMILIAR! ¡MÁS CORRESPONSABILIDAD FAMILIAR! 

Intervenciones desde nuestro campo
Otros estudios han sugerido que evaluar la carga de la cuidadora puede ser tan importante como una evaluación extensa de las incapacidades de la persona mayor, precisando que, más importante que mejorar el estado funcional y promover la independencia para retrasar o evitar la institucionalización, es el apoyo social, principalmente de la familia, y las percepciones de la familia al dispensar los cuidados.
García Calvente et al (2004) plantean una serie de medidas también a nivel profesional como son:
  • Implicar a la cuidadora/or como agente de salud
  • Diseñar los planes de cuidados adaptados a diferentes perfiles de cuidadoras/es
  • Identificar y atender las necesidades derivadas de la situación de cuidar
  • Intervenciones de apoyo a la persona cuidadora principal para mejorar su calidad de vida (cuidar al cuidador).
  • Informar a la persona cuidadora sobre manejo de problemas (guías anticipadas)
  • Facilitar acceso a recursos disponibles
  • Formación de la persona en habilidades de cuidado y estrategias de afrontamiento.
Tenemos que tener en cuenta para estas intervenciones que el rol es asimilado por el 80%-90% de las mujeres dentro de la familia, lo que también lleva a generar problemas y conflictos dentro de la misma, así como una sobrecarga en la conciliación familiar y laboral para una sola persona. Por tanto, las intervenciones deben hacerse con perspectiva feminista, teniendo en cuenta por supuesto, las peculiaridades de cada caso y adaptando las intervenciones también a nivel individual. 



Referencias bibliográficas
Calero R.M., Fernández C., y Roa J.M. (2009). Cuidador informal de personas mayores dependientes y estrés percibido: intervención psicoeducativa. Scientia, 14(1), 9-19.
Federici, S. (2013). Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. (1st ed.). Madrid: Traficante de sueños.
García-Calvente, M.M.,  Mateo Rodríguez, I & Eguiguren, A.P. (2004). El sistema informal de cuidados en clave de desigualdad. Gaceta Sanitaria, 18(1), 132-9.
Navarro-Abal Y, et al. (2017) Sobrecarga, empatía y resiliencia en cuidadores de personas dependientes. Gac Sanit.2017. https://doi.org/10.1016/j.gaceta.2017.11.009


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