"No te' sentío llegar"

 

En Extremadura tenemos expresiones para todo, a veces con un sentido poético que llenan el buchecino. Y no es para menos. Aspiramos las s y las j, tenemos tres lenguas minoritarias en la región (estremeñu, a fala y portugués rayanu) y nos reímos a jierro cuando nos dicen que nuestra tierra es un secarral.

No obstante, para mi la belleza de mi tierra está en los márgenes y en lo cotidiano. En lo que no se ve, pero se vive. En lo que no se ve, pero se siente. Y hay pa’ to.

Y diréis: “Jo Noelia, pero menuda chapa regionalista nos estás metiendo”. Y os diré que de alguna manera os la he querido colar, pero nada más lejos de la realidad (bueno, quizás un poco sí).

Hay una expresión que tenía tan normalizada en mi día a día, que no había visto todo el contenido simbólico que la impregnaba. Es utilizar el verbo “sentir” en lugar de “escuchar”. Esto va más allá, porque se asume y se es consciente de la presencia en ese momento. Y es que, la frase que más escuchaba durante una época de mi vida cuando era adolescente y asociada a determinadas horas era la de: “no te sentío entrar”. Velaí, como que esa era la intención. POR LO QUE SEA.

No obstante, aunque esto sucedía en momentos muy concretos y determinados cuyo objetivo era que “no me sintieran” pasando desapercibida, muchas veces a lo largo de nuestra vida pasamos de puntillas para que “no nos sientan”, controlando (o más bien, intentándolo) posibles contingencias aversivas: que no nos juzguen, que no se rían de nosotrs, que no descubran que no deberíamos estar aquí porque somos un fraude.

Pasa que, en mis intentos de controlar posibles contingencias aversivas como una bronca de mi madre a deshoras, siempre acababa metiendo la pata: si me quito los zapatos para no hacer ruido, me acabo dando en el deo chiquinino con la esquina. Si intento cerrar despacito la puerta, la cerradura coge y se atasca. Si veo que me estoy mareando, me sujeto en la pared que resulta no ser una pared.

Y de repente me encuentro con un montón de variables en mis circunstancias, que en ese momento se me escapan de mi control. Y mi percepción de control baja y mi madre me suelta eso de “¡Anda, arristrancana! ¡Mira qué horas son! ¡Cómo te’sentío llegar!”

Y resulta que no era para tanto. Y que simplemente me mandaba pa’ la cama y puntosacabó.

Y ay que ver lo que son las expectativas, prenda.



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